a mí, sí

Este blog nace para dar cabida a mis intereses, mis aficiones, mis ideas, mis pensamientos, lo que me apetezca escribir, lo que me apetezca opinar en un momento determinado. Política, cine, literatura, deporte,...
Si a alguien desea participar con sus comentarios, será un placer, para mí, leerlos. Una única norma, la misma que me aplico a mí mismo. Cualquier opinión será bienvenida. Lo mismo una que su contraria...
Pero no me permitiré ni permitiré la mala eduación, lo soez, lo chabacano, lo faltón, lo vulgar...
Todo eso, en "aunque a nadie le interese", está proscrito.
Bienvenidos.

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domingo, 21 de octubre de 2012

PILTRAFA

No recuerdo cuando escribí esto ni en quien o qué pensaba, pero no debía estar de muy buen humor.

Con el arte de la sonrisa vacía,
de la expresión esperada,
del piropo regalado,
desde el secano de mis sentimientos.

Con el piloto automático
en el motor de mi vida,
mirando sin ver,
oyendo sin escuchar,
pareciendo ser yo.
¡Habla, cuenta,
ríe, imbécil!

Alimentado del dulce vinagre
de mis vergüenzas,
con el ronroneo de la tristeza
revolviendo mis entrañas,
con la desesperación de lo imposible.

Irritable, desganado,
despreciable, mentiroso,
sintiendo en cada poro lo que soy
y nadie sabe.
Como la carroña del poeta,
como una mierda,
como una puta mierda...

Llévame, Viejo Árbol,
con el dolor de un solo instante,
con el ensalmo de lo inesperado,
con el amor de la libertad
que solo tú me ofreces.


martes, 16 de octubre de 2012

RESURRECCIÓN

Lo bueno de escribir un blog y titularlo "aunque a nadie le interese" es que te convences de que escribes para tí mismo. Cualquiera puede entrar, opinarte, adivinar qué leiste, viste o pensaste en un determinado momento, pero a tí te da igual. Escribes para tí. Para mí.

En las últimas entradas he incorporado poesías propias o ajenas, hablado de alguna película o de música. En estos momentos estoy aquí simple y llanamente, porque me apetece teclear, pulsar las letras, juntar las palabras, amalgamar las frases y seleccionar los punto y seguido y los punto y aparte. Me apetece.

Ayer fue un mal día. Muy malo. No lo pasé bien. Hoy, apenas 24 horas después he vuelto a ser el habitual, el payasete, el feliciano de la vida, el irónico, el pillo, el malévolo cuando se puede, el que encuentra parco el doble sentido,...

¿Qué ha cambiado? No lo sé muy bien. O sí. Da igual.

Me pasó una cosa terrible, dramática. Cumplía años. De nuevo. No es la primera vez. Me ha pasado más veces. Y es que ya llueve sobre mojado. Sabemos que hay una cifra marcada, una X, que es igual a los años que viviremos. Mi incógnita

X - mi edad = años pendientes

, se reduce imparablemente.

Así que, o rematamos el hundimiento que tenía el día anterior, o tiramos para arriba. Lo bueno de esto tan malo es que, por un día, pareces el rey del universo. Da la sensación que aquellas personas que te tienen en consideración, conscientes de los amargos momentos que vives, se confabulan para intentar disimularlo de la manera más agresiva. ¿Que te queda un año menos de vida? ¡Felicidades!

Porque te quieren, porque te aprecian, porque les caes bien, por educación...

Está bien. Estupendo. Todo depende del cristal por el que miras. Si ha de ser así, sea.

De modo que para arriba. Lo que ayer era negro, muy negro, hoy no se puede mirar de frente sin gafas oscuras. Lo que ayer era el fin, hoy es un seguir adelante. Lo que ayer era una soledad, hoy es una multitud.

Pero seré un cínico, un cínico vocacional, de hecho, pero no ingrato. Todos y cada uno, en su respectiva medida, me han hecho hoy mucho bien y se lo debo agradecer. Por amor, por aprecio, por cariño, por educación... ¿Realmente es importante porque se hace algo bueno?

Cuatro menciones honoríficas debo hacer entre tanta amabilidad.

Mi amor. No sé si te merezco.

Mi amiga a 11000 kilómetros. Un lujo imprescindible de amistad.

Mi hermano, tan cerca y tan lejos a veces. Pero le quiero más de lo que pensamos tanto él como yo.

Y un llavero que no esperaba, y que, por lo tanto, me ha hecho mucha ilusión.

Si algún lector ha llegado hasta aquí, lo siento. No quería molestar. Yo solo escribía para mí, aunque a nadie le interese.

domingo, 29 de enero de 2012

Angustia

En ocasiones pasan días sin que apetezca escribir. Otras veces, tienes un rato libre y acometes esa entrada que tenías pensada hace semanas. Pero también están, como hoy, los días en que sientes que tienes que explicar lo que has sentido al ver una noticia, una escena cotidiana o leído un artículo.

Este último es el caso que me ocupa en estos momentos. Me refiero al artículo que firmaba hoy Cristina López Schlichting en La Razón. Su título: "Llenaré tus días de vida".

Lógicamente no lo voy a reescribir aquí. Para eso está el enlace. Lo que quiero comunicaros es la angustia y el dolor que he sentido ante el drama de una familia francesa. Otro de tantos que se dan por todo el mundo. Unos nos llegan, pero la mayoría, no.

La madre se llama Anne Dauphine Julliand. Estaba en cinta de su tercer hijo cuando observó que la segunda, Thais, de poco menos de dos años, empezó a torcer un poco un piececito al andar. El diagnóstico, terrible, abrumador. Leucodistrofía metacromática. Dos meses después, la pequeña ya no andaba.

En no mucho tiempo, la niña perdió el habla, el oído, la vista. También el tacto... El bebé que estaban esperando nació con la misma enfermedad.

Es aquí donde lo que yo escribo se aleja, hasta el infinito, de lo que aparece en la columna. Temo, de hecho, que con esta entrada, este comentario, en realidad, sobre ese artículo, esté pervirtiendo lo que Schlichting nos quiere comunicar.

El artículo es un canto al amor, a la esperanza, al coraje, la valentía, la amistad... Un homenaje para esa familia destrozada, pero, aún así, optimista. Os recomiendo encarecidamente su lectura.

Pero por hermosa, bella, que sea esa moraleja, debo confesar que en mi ánimo ha cundido una angustia, un desasosiego, un dolor, que me han obligado a sentarme ante esta pantalla.

Admiro a esos padres. Admiro a tantos otros con historias semejantes. Mas confieso que yo me veo incapaz.

Es difícil anticipar de lo que somos capaces. Nunca podemos decir, con certeza, cómo reaccionaríamos ante dramas de este calibre. El ser humano es sorprendente. Muchas veces, incluso para sí mismo.

Pero en estos momentos, cuando ya hace un buen rato que acabé la lectura del artículo, siento, aún, una desazón y una tristeza que me supera. No. Yo no me creo capaz de sobrellevar una situación así.

No me creo capaz de levantarme cada día y ver a mi pequeño un poco peor que ayer. No me creo capaz de seguir adelante sabiendo que no hay esperanza. No me creo capaz de darle la felicidad y la alegría que los padres de Thais y Azylis, la primera, ya en el Cielo, hicieron sentir a esas niñas.

Simplemente, no me creo capaz de soportar tanto dolor.

No voy a seguir. No he sido justo con vosotros. Me he sentido tan mal, hasta el borde de las lágrimas, que he intentado de trasladaros un poco de ese sentimiento, de esa angustia. No, no he sido justo.

Pero es que es tan injusto todo...

jueves, 12 de enero de 2012

EL PERRO Y SU AMO

Ésta es una pequeña anécdota que me apetece contaros. Quien me conoce sabe que soy un apasionado de los perros. Desde pequeñito, y aún ahora, a mi edad, no puedo cruzarme con uno por la calle sin hacerle un gesto, una carantoña,... ¿Qué le voy a hacer? Yo soy así, para bien y para mal.
Me comentaba mi mujer que, hoy, una compañera de trabajo le contó una pequeña historia.

Un amigo suyo tenía un pastor alemán de diez años. No hace mucho, como un día más, estuvo con el perro paseando, corriendo y jugando. Lo solía hacer a diario.



Esa noche, se acostó, como siempre. Pero ocurrió algo que ya no era tan habitual.

A medianoche, su perro se le subió encima y empezó a lamerle. No era una cosa que acostumbrara a hacer. Menos, una vez dormidos ya. Luego, el animal se fue y el hombre volvió a dormirse.



Por la mañana, cuando despertó, sin embargo no ocurrió lo de siempre. Su pastor alemán no vino a saludarle y él se levantó a buscarle.

El pobre ya no respiraba. Habia muerto por la noche. Su disgusto fue mayúsculo y se echó a llorar. Aún lo hacía mientras lo narraba a la compañera de mi mujer.



Uno no puede por menos que preguntarse, ¿qué sintió el animal? ¿Notó que se estaba muriendo? ¿Qué le hizo ir a despedirse de su amo? ¿Es, como se suele arguir, cosa únicamente de su instinto?

Habitualmente, hay una notable diferencia entre lo que los dueños de perros creemos que éstos saben, o entienden, o piensan, y lo que opinan los que no tienen perro.



A mí, no me cabe duda de que mi perra entiende la mayoría de las cosas que le digo. Sea por el tono, sea porque tras determinados sonidos, palabras, siempre pasan las mismas cosas, sea por lo que sea. Algún día, la dedicaré una entrada para presentárosla.

Pero hoy es el día de ese pastor alemán que, sintiéndose morir en medio de la noche, subió a la cama de su amo y le dijo adiós, a su manera.

¿O, para vosotros, es sólo una casualidad? ¿Qué opináis?

viernes, 6 de enero de 2012

Mis Reyes Magos

Sinceridad, sinceridad ante todo para esta entrada. Soy una persona maravillosa, ma-ra-vi-llo-sa. Si no existiera, tendrían que inventarme. Al lado mío, la madre Teresa de Calcuta parecería un bruja perversa y el Mahatma Gandhi, un pandillero navajudo y pendenciero.

Es por ello, sin duda, que los Reyes Magos hayan tenido a bien dedicarme un trato especial. Nada de acumular cuatro regalos birriosos la noche del 5 de enero. Me están dedicando un mes entero. ¿Por qué? Porque yo me lo merezco.



Empezaron hace unas semanas. Exactamente, cuando fui a visitar al óptico para hacer la preceptiva revisión anual. Yo le dejé caer que, por la noche, me costaba leer un poco más en la cama.

- Quizá sean imaginaciones mías.- le dije- Igual no es más que una consecuencia de que, por la crisis, las editoriales hacen los libros con la letra más pequeña, que algo ahorrarán en tinta, y todo resta.
- Vista cansada.- refutó él- Las dioptrías de lejos no te han cambiado, pero de cerca, o sea, para leer, has perdido algo.
- Vamos, que me estoy quedando cegato.
- No, qué va. A tu edad, es normal.
- Vamos, que me estoy quedando cegato porque me hago viejo.
- Nada, nada, no te preocupes.- sonrió- Pero tienes que elegir. O dos pares de gafas o uno con lentes progresivas.

Y ése fue mi primer regalo de Reyes. Unos cristales progresivos que, aún aprovechando mi montura vieja, me cos..., perdón, les costaron a sus Majestades 550 euros del ala.



Pero me fui contento. Con ellas leía mejor, lo que desmontaba mi teoría sobre la disminución del tamaño de las letras.

Aunque me preocupaba un poco que el coche arrancaba y, de la misma, antes de un segundo, ¡zas!, se calaba. Bueno, no sería mucha cosa pero, con el invierno y las heladas en puertas, convenía llevarlo a revisar.

- No sabemos seguro lo que es,- me dijeron- de modo que iremos probando.

Así que me cambiaron los calentadores. Ése fue mi segundo regalo. Unos calentadores nuevos para el coche que me cos..., que costaron a los Magos de Oriente sólo 109 euros.



La pena que no era eso, porque el coche seguía haciendo lo mismo. Así que lo tuve que volver a mirar. Ahí ya, no se esmeraron mucho. Sólo me cambiaron un manguito. No les costó nada, porque ni me cobraron en el taller.

Y marché, contento ya con mis gafas y mis calentadores nuevos.

Sólo que, al fin y al cabo, todavía no habíamos llegado al momento álgido de la Navidad.

¿Qué pasó? Bueno, el coche ya arrancaba estupendamente, a la primera, heladas incluidas. Una maravilla. Pero (siempre hay un pero) descubrí que, cada vez más, el embrague patinaba, sobre todo cuesta arriba. No podía acelerar el coche convenientemente. En llano o cuesta abajo no iba mal. Sólo faltaba. Pero para arriba, no podía.

Aguanté unos días, porque ya me lo olía. Y tampoco quería abusar de Reyes, que ya iba satisfecho con mis presentes. Pero cuando mi mujer me acompañó un día y vio el percal lo dejó claro.

-Así no puedes estar.- me dijo - Hay que volver al taller.

En fin, sin abundar en detalles técnicos. En esta ocasión, Melchor, Gaspar y Baltasar se pusieron de acuerdo y me regalaron un embrague nuevo. ¿Que cuánto tuve que..., tuvieron que pagar? Pués otros 520 euros.



¿No os parece que es para estar agradecido? Cristales progresivos, calentadores, manguito, embrague,... Muy bueno tengo que ser. No lo podéis negar.

Claro que todo esto fue en diciembre. Los Reyes Magos vienen en enero. Yo contaba con que, tan bien se habían portado ya conmigo, no me traerían ya presentes.

Quizá por eso me extrañó cuando este miércoles, anteayer, me monté en el coche para ir a trabajar y, ¡oh sorpresa!, no arrancó. Así, sin más. Llamada a la grúa y vuelta al taller.



Todavía está allí. En la última conversación que mantuve con ellos, ayer a las 18 horas, me dijeron:

- Aún no lo hemos mirado. No sabemos lo que es.
- Pero, al menos, ¿tenemos alguna idea de lo que me pu..., de lo que puede costar a sus Majestades este nuevo regalo?- repuse ilusionado.
- No, - lamentó- depende de lo que sea puede haber bastante diferencia.

Y me quedé tan contento. Está claro que si hablan de "bastante diferencia" no se refieren a "o 15 euros o puede que hasta 50". Pero me quedé con el intríngulis. Espero que mañana, o el lunes a más tardar, pueda informaros de lo que me..., de lo que les supone a mis benefactores este nuevo regalo.

Así que, esta mañana, hemos sacado a la perra en el coche de mi mujer. Hacía mucho que no la llevábamos en él. Más que nada, para que uno de los dos vehículos esté limpio y presentable.

- Le abro un poco la ventana de atrás. - informo a mi mujer
- Si, pero no mucho, por si nos cruzamos con la Guardia Civil. -respondió ella, siempre prudente - Abre también un poco la tuya, la del conductor, que por ahí ya le da bien el aire en la cara.

En eso estábamos, camino de Espinosa, la perra, como es habitual en ella, gimiendo, aullando y cantando. Mi esposa y yo, intentando mantener una conversación por encima del ruido.

Hasta que, de repente, me he dado cuenta de que no se la oía. He mirado por encima de mi hombro. ¿Qué creéis que había hecho?

Pués, por lo que se ve, mi cinturón de seguridad la estaba molestando un poco para llegar hasta la ventanilla. Se habia dedicado a mordisquearlo. Habrá sido como medio minuto. No ha necesitado más para roer el cinturón hasta la mitad.



Estaba claro. Si los Reyes Magos me están colmando de alegrías y presentes durante todo el mes pasado, hoy, mañana del día señalado, tenían que ofrecerme su último detallito.

Así que a los cristales progresivos, los calentadores, el manguito, el embrague, lo que narices impida arrancar a mi coche (¡qué emoción, qué nervios!), añadimos un último presente. Un cinturón de seguridad nuevo para el coche de mi mujer.

Por todo esto entenderéis el comienzo de esta entrada. He sido bueno. Muy bueno.

Ahora bien, cara al año que viene tengo que decidir si me compensa seguir alardeando de tamaña bondad o encarar la vida con un poco menos de Santidad y un poco más de, no sé, maldad, perfidia,...

Por la cuenta que me trae.