Llegué tarde al mundo de Les Luthiers. Este grupo argentino de humor y música había sido fundado en los años sesenta por Gerardo Masana, un arquitecto descendiente de catalanes. Corría el 1964 cuando Masana, que participaba del Coro de Ingeniería de la UBA (Universidad de Buenos Aires), se presentó a un ensayo con un libreto y unas partituras bajo el brazo, una caja con pelucas y un sueño: poner en escena una opereta cómica llamada Il figlio del pirata, con música de Carlos Mangiagalli. La obra había sido estrenada en Madrid en 1883, y desde entonces, había pasado al olvido. Así lo narran en su propia página oficial los geniales Les Luthiers. Presentada el 26 de septiembre de aquel año, supuso un gran éxito. Cuatro miembros futuros del grupo participaron de él. Masana fallecería de leucemia en 1973. Los otros tres, Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Carlos Núñez aún hoy en día, 48 años más tarde, siguen. Jorge Maronna se incorporaría en el segundo espectáculo, la Cantata Modatón (compuesta al estilo de Johan Sebastian Bach, pero con letra extraída del prospecto de un laxante). El quinto componente actual, Carlos López Puccio lleva con ellos desde 1970.
No quiero hacer aquí un resumen de su trayectoria. Su página oficial es el mejor sitio para hacerlo. Una completa información de toda la historia del grupo, giras, etc..., así como una pestaña, "G. Masana", recordando a su fundador.Yo tuve que esperar a la emisión en TVE de una actuación conmemorativa de su 20 aniversario para conocerles. Era un domingo, aún lo recuerdo. Lo grabé. Esa cinta cundió, cundió muchísimo. La vi, al menos, una docena de veces. Cada vez que pillaba por banda algún familiar o amigo despistado, ¡zas!, se la hacía ver. Éxito tras éxito.
Los componentes del grupo son virtuosos instrumentistas, no sólo de elementos convencionales, sino de otros de propia elaboración. Con todo, lo mejor, para mi gusto, es su humor, radicalmente alejado de la vulgaridad y la chabacanería. Es un humor sutil, inteligente, donde no puedes esperar ninguna palabra malsonante, ni caca, ni pedo, ni pis.
Hace cinco años, la ciudad de Buenos Aires les declaró, por unanimidad, Ciudadanos Ilustres. Aquí, en España, el Gobierno les otorgó la Encomienda del Número de la Orden de Isabel la Católica, lo que les confiere el tratamiento de Ilustrísimos Señores.
Pero todo esto sirve, tan sólo, a modo de presentación. El verdadero objeto de esta entrada es compartir con vosotros unos sketches de Les Luthiers. Para quien ya los conociera, buen momento para recordarlos. No sé de nadie que los haya visto y no haya disfrutado como un enano. Para quien no, nunca es tarde si la dicha es buena.
El primero se titula Romance del joven conde. En él, previo a la interpretación de dicho Romance, Marcos Mundstock nos narra, de una manera impagable, los estudios del autor, el Maestro Mastropiero (uno de los personajes típicos del universo Luthier) sobre los distintos sonidos que emiten los animales, cara a emplearlos en sus composiciones.
El segundo es la primera parte del sketch Encuentro en el Restaurante. Se trata de una obra de un compositor húngaro. El problema es que, al ir a leer la introducción a la misma, Mundstock descubre que le falta la hoja.
Para no hacer esta entrada demasiado extensa, dado que serían multitud los vídeos que compartiría con vosotros, concluyo con el tercer sketch. Se trata de uno de los más famosos. Monólogo Rabinovich es lo suficientemente conocido como para que abunden en youtube las versiones de innumerables imitadores. Daniel Rabinovich es el más "ganso" de los cinco, y bien que lo demuestra.
Espero que os hayan hecho pasar un buen rato, como el que yo pude disfrutar en 2010 cuando, por fin, pude verles en directo. Un recuerdo imborrable.
a mí, sí
Este blog nace para dar cabida a mis intereses, mis aficiones, mis ideas, mis pensamientos, lo que me apetezca escribir, lo que me apetezca opinar en un momento determinado. Política, cine, literatura, deporte,...
Si a alguien desea participar con sus comentarios, será un placer, para mí, leerlos. Una única norma, la misma que me aplico a mí mismo. Cualquier opinión será bienvenida. Lo mismo una que su contraria...
Pero no me permitiré ni permitiré la mala eduación, lo soez, lo chabacano, lo faltón, lo vulgar...
Todo eso, en "aunque a nadie le interese", está proscrito.
Bienvenidos.
Si a alguien desea participar con sus comentarios, será un placer, para mí, leerlos. Una única norma, la misma que me aplico a mí mismo. Cualquier opinión será bienvenida. Lo mismo una que su contraria...
Pero no me permitiré ni permitiré la mala eduación, lo soez, lo chabacano, lo faltón, lo vulgar...
Todo eso, en "aunque a nadie le interese", está proscrito.
Bienvenidos.
Mostrando entradas con la etiqueta HUMOR. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta HUMOR. Mostrar todas las entradas
sábado, 18 de febrero de 2012
viernes, 6 de enero de 2012
Mis Reyes Magos
Sinceridad, sinceridad ante todo para esta entrada. Soy una persona maravillosa, ma-ra-vi-llo-sa. Si no existiera, tendrían que inventarme. Al lado mío, la madre Teresa de Calcuta parecería un bruja perversa y el Mahatma Gandhi, un pandillero navajudo y pendenciero.
Es por ello, sin duda, que los Reyes Magos hayan tenido a bien dedicarme un trato especial. Nada de acumular cuatro regalos birriosos la noche del 5 de enero. Me están dedicando un mes entero. ¿Por qué? Porque yo me lo merezco.
Empezaron hace unas semanas. Exactamente, cuando fui a visitar al óptico para hacer la preceptiva revisión anual. Yo le dejé caer que, por la noche, me costaba leer un poco más en la cama.
- Quizá sean imaginaciones mías.- le dije- Igual no es más que una consecuencia de que, por la crisis, las editoriales hacen los libros con la letra más pequeña, que algo ahorrarán en tinta, y todo resta.
- Vista cansada.- refutó él- Las dioptrías de lejos no te han cambiado, pero de cerca, o sea, para leer, has perdido algo.
- Vamos, que me estoy quedando cegato.
- No, qué va. A tu edad, es normal.
- Vamos, que me estoy quedando cegato porque me hago viejo.
- Nada, nada, no te preocupes.- sonrió- Pero tienes que elegir. O dos pares de gafas o uno con lentes progresivas.
Y ése fue mi primer regalo de Reyes. Unos cristales progresivos que, aún aprovechando mi montura vieja, me cos..., perdón, les costaron a sus Majestades 550 euros del ala.
Pero me fui contento. Con ellas leía mejor, lo que desmontaba mi teoría sobre la disminución del tamaño de las letras.
Aunque me preocupaba un poco que el coche arrancaba y, de la misma, antes de un segundo, ¡zas!, se calaba. Bueno, no sería mucha cosa pero, con el invierno y las heladas en puertas, convenía llevarlo a revisar.
- No sabemos seguro lo que es,- me dijeron- de modo que iremos probando.
Así que me cambiaron los calentadores. Ése fue mi segundo regalo. Unos calentadores nuevos para el coche que me cos..., que costaron a los Magos de Oriente sólo 109 euros.
La pena que no era eso, porque el coche seguía haciendo lo mismo. Así que lo tuve que volver a mirar. Ahí ya, no se esmeraron mucho. Sólo me cambiaron un manguito. No les costó nada, porque ni me cobraron en el taller.
Y marché, contento ya con mis gafas y mis calentadores nuevos.
Sólo que, al fin y al cabo, todavía no habíamos llegado al momento álgido de la Navidad.
¿Qué pasó? Bueno, el coche ya arrancaba estupendamente, a la primera, heladas incluidas. Una maravilla. Pero (siempre hay un pero) descubrí que, cada vez más, el embrague patinaba, sobre todo cuesta arriba. No podía acelerar el coche convenientemente. En llano o cuesta abajo no iba mal. Sólo faltaba. Pero para arriba, no podía.
Aguanté unos días, porque ya me lo olía. Y tampoco quería abusar de Reyes, que ya iba satisfecho con mis presentes. Pero cuando mi mujer me acompañó un día y vio el percal lo dejó claro.
-Así no puedes estar.- me dijo - Hay que volver al taller.
En fin, sin abundar en detalles técnicos. En esta ocasión, Melchor, Gaspar y Baltasar se pusieron de acuerdo y me regalaron un embrague nuevo. ¿Que cuánto tuve que..., tuvieron que pagar? Pués otros 520 euros.
¿No os parece que es para estar agradecido? Cristales progresivos, calentadores, manguito, embrague,... Muy bueno tengo que ser. No lo podéis negar.
Claro que todo esto fue en diciembre. Los Reyes Magos vienen en enero. Yo contaba con que, tan bien se habían portado ya conmigo, no me traerían ya presentes.
Quizá por eso me extrañó cuando este miércoles, anteayer, me monté en el coche para ir a trabajar y, ¡oh sorpresa!, no arrancó. Así, sin más. Llamada a la grúa y vuelta al taller.
Todavía está allí. En la última conversación que mantuve con ellos, ayer a las 18 horas, me dijeron:
- Aún no lo hemos mirado. No sabemos lo que es.
- Pero, al menos, ¿tenemos alguna idea de lo que me pu..., de lo que puede costar a sus Majestades este nuevo regalo?- repuse ilusionado.
- No, - lamentó- depende de lo que sea puede haber bastante diferencia.
Y me quedé tan contento. Está claro que si hablan de "bastante diferencia" no se refieren a "o 15 euros o puede que hasta 50". Pero me quedé con el intríngulis. Espero que mañana, o el lunes a más tardar, pueda informaros de lo que me..., de lo que les supone a mis benefactores este nuevo regalo.
Así que, esta mañana, hemos sacado a la perra en el coche de mi mujer. Hacía mucho que no la llevábamos en él. Más que nada, para que uno de los dos vehículos esté limpio y presentable.
- Le abro un poco la ventana de atrás. - informo a mi mujer
- Si, pero no mucho, por si nos cruzamos con la Guardia Civil. -respondió ella, siempre prudente - Abre también un poco la tuya, la del conductor, que por ahí ya le da bien el aire en la cara.
En eso estábamos, camino de Espinosa, la perra, como es habitual en ella, gimiendo, aullando y cantando. Mi esposa y yo, intentando mantener una conversación por encima del ruido.
Hasta que, de repente, me he dado cuenta de que no se la oía. He mirado por encima de mi hombro. ¿Qué creéis que había hecho?
Pués, por lo que se ve, mi cinturón de seguridad la estaba molestando un poco para llegar hasta la ventanilla. Se habia dedicado a mordisquearlo. Habrá sido como medio minuto. No ha necesitado más para roer el cinturón hasta la mitad.
Estaba claro. Si los Reyes Magos me están colmando de alegrías y presentes durante todo el mes pasado, hoy, mañana del día señalado, tenían que ofrecerme su último detallito.
Así que a los cristales progresivos, los calentadores, el manguito, el embrague, lo que narices impida arrancar a mi coche (¡qué emoción, qué nervios!), añadimos un último presente. Un cinturón de seguridad nuevo para el coche de mi mujer.
Por todo esto entenderéis el comienzo de esta entrada. He sido bueno. Muy bueno.
Ahora bien, cara al año que viene tengo que decidir si me compensa seguir alardeando de tamaña bondad o encarar la vida con un poco menos de Santidad y un poco más de, no sé, maldad, perfidia,...
Por la cuenta que me trae.
Es por ello, sin duda, que los Reyes Magos hayan tenido a bien dedicarme un trato especial. Nada de acumular cuatro regalos birriosos la noche del 5 de enero. Me están dedicando un mes entero. ¿Por qué? Porque yo me lo merezco.
Empezaron hace unas semanas. Exactamente, cuando fui a visitar al óptico para hacer la preceptiva revisión anual. Yo le dejé caer que, por la noche, me costaba leer un poco más en la cama.
- Quizá sean imaginaciones mías.- le dije- Igual no es más que una consecuencia de que, por la crisis, las editoriales hacen los libros con la letra más pequeña, que algo ahorrarán en tinta, y todo resta.
- Vista cansada.- refutó él- Las dioptrías de lejos no te han cambiado, pero de cerca, o sea, para leer, has perdido algo.
- Vamos, que me estoy quedando cegato.
- No, qué va. A tu edad, es normal.
- Vamos, que me estoy quedando cegato porque me hago viejo.
- Nada, nada, no te preocupes.- sonrió- Pero tienes que elegir. O dos pares de gafas o uno con lentes progresivas.
Y ése fue mi primer regalo de Reyes. Unos cristales progresivos que, aún aprovechando mi montura vieja, me cos..., perdón, les costaron a sus Majestades 550 euros del ala.
Pero me fui contento. Con ellas leía mejor, lo que desmontaba mi teoría sobre la disminución del tamaño de las letras.
Aunque me preocupaba un poco que el coche arrancaba y, de la misma, antes de un segundo, ¡zas!, se calaba. Bueno, no sería mucha cosa pero, con el invierno y las heladas en puertas, convenía llevarlo a revisar.
- No sabemos seguro lo que es,- me dijeron- de modo que iremos probando.
Así que me cambiaron los calentadores. Ése fue mi segundo regalo. Unos calentadores nuevos para el coche que me cos..., que costaron a los Magos de Oriente sólo 109 euros.
La pena que no era eso, porque el coche seguía haciendo lo mismo. Así que lo tuve que volver a mirar. Ahí ya, no se esmeraron mucho. Sólo me cambiaron un manguito. No les costó nada, porque ni me cobraron en el taller.
Y marché, contento ya con mis gafas y mis calentadores nuevos.
Sólo que, al fin y al cabo, todavía no habíamos llegado al momento álgido de la Navidad.
¿Qué pasó? Bueno, el coche ya arrancaba estupendamente, a la primera, heladas incluidas. Una maravilla. Pero (siempre hay un pero) descubrí que, cada vez más, el embrague patinaba, sobre todo cuesta arriba. No podía acelerar el coche convenientemente. En llano o cuesta abajo no iba mal. Sólo faltaba. Pero para arriba, no podía.
Aguanté unos días, porque ya me lo olía. Y tampoco quería abusar de Reyes, que ya iba satisfecho con mis presentes. Pero cuando mi mujer me acompañó un día y vio el percal lo dejó claro.
-Así no puedes estar.- me dijo - Hay que volver al taller.
En fin, sin abundar en detalles técnicos. En esta ocasión, Melchor, Gaspar y Baltasar se pusieron de acuerdo y me regalaron un embrague nuevo. ¿Que cuánto tuve que..., tuvieron que pagar? Pués otros 520 euros.
¿No os parece que es para estar agradecido? Cristales progresivos, calentadores, manguito, embrague,... Muy bueno tengo que ser. No lo podéis negar.
Claro que todo esto fue en diciembre. Los Reyes Magos vienen en enero. Yo contaba con que, tan bien se habían portado ya conmigo, no me traerían ya presentes.
Quizá por eso me extrañó cuando este miércoles, anteayer, me monté en el coche para ir a trabajar y, ¡oh sorpresa!, no arrancó. Así, sin más. Llamada a la grúa y vuelta al taller.
Todavía está allí. En la última conversación que mantuve con ellos, ayer a las 18 horas, me dijeron:
- Aún no lo hemos mirado. No sabemos lo que es.
- Pero, al menos, ¿tenemos alguna idea de lo que me pu..., de lo que puede costar a sus Majestades este nuevo regalo?- repuse ilusionado.
- No, - lamentó- depende de lo que sea puede haber bastante diferencia.
Y me quedé tan contento. Está claro que si hablan de "bastante diferencia" no se refieren a "o 15 euros o puede que hasta 50". Pero me quedé con el intríngulis. Espero que mañana, o el lunes a más tardar, pueda informaros de lo que me..., de lo que les supone a mis benefactores este nuevo regalo.
Así que, esta mañana, hemos sacado a la perra en el coche de mi mujer. Hacía mucho que no la llevábamos en él. Más que nada, para que uno de los dos vehículos esté limpio y presentable.
- Le abro un poco la ventana de atrás. - informo a mi mujer
- Si, pero no mucho, por si nos cruzamos con la Guardia Civil. -respondió ella, siempre prudente - Abre también un poco la tuya, la del conductor, que por ahí ya le da bien el aire en la cara.
En eso estábamos, camino de Espinosa, la perra, como es habitual en ella, gimiendo, aullando y cantando. Mi esposa y yo, intentando mantener una conversación por encima del ruido.
Hasta que, de repente, me he dado cuenta de que no se la oía. He mirado por encima de mi hombro. ¿Qué creéis que había hecho?
Pués, por lo que se ve, mi cinturón de seguridad la estaba molestando un poco para llegar hasta la ventanilla. Se habia dedicado a mordisquearlo. Habrá sido como medio minuto. No ha necesitado más para roer el cinturón hasta la mitad.
Estaba claro. Si los Reyes Magos me están colmando de alegrías y presentes durante todo el mes pasado, hoy, mañana del día señalado, tenían que ofrecerme su último detallito.
Así que a los cristales progresivos, los calentadores, el manguito, el embrague, lo que narices impida arrancar a mi coche (¡qué emoción, qué nervios!), añadimos un último presente. Un cinturón de seguridad nuevo para el coche de mi mujer.
Por todo esto entenderéis el comienzo de esta entrada. He sido bueno. Muy bueno.
Ahora bien, cara al año que viene tengo que decidir si me compensa seguir alardeando de tamaña bondad o encarar la vida con un poco menos de Santidad y un poco más de, no sé, maldad, perfidia,...
Por la cuenta que me trae.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)