a mí, sí

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miércoles, 10 de octubre de 2012

PIZARNIK

La poesía siempre nace desde lo más profundo de uno mismo. Se nutre de los propios sentimientos, se viste con el ropaje que cada cual pueda procurarle y se dispara hacia el exterior como un grito desgarrado o como una lágrima secreta, como un coro de faunos caprichosos o como el tarareo borracho de un mendigo.

La poesía, al fin, es una especie de eterno autorretrato de tus anhelos y despechos, de tus amores y tus fobias, de tus esperanzas y tus fatalismos.

Alejandra Pizarnik nació con la fecha de caducidad marcada a fuego en lo más profundo. Toda su vida llevó la misma dirección. 36 años de recorrido hasta la huida final. Desde la infelicidad de la infancia, hasta la depresión crónica que logró sanar para siempre al tercer intento.



Pero Alejandra Pizarnik no fue una niña infeliz, no fue una joven depresiva, no fue una suicida. Alejandra Pizarnik fue poesía. Y lo será para siempre.

De "Árbol de Diana" (1962)

He dado el salto de mi alba, 
he dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que naca

***

Solo la sed
el silencio
ningún encuentro

cuidate de mí, amor mío,
cuídate de la silenciosa en el desierto,
de la viajera con el vaso vacio
y de la sombra de su sombra.

***

Ella desnuda en el paraíso
de su memoria,
ella desconoce el feroz destino,
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe.

***

No más las dulces metamorfosis de una niña de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla
su despertar de mano respirando
de flor que se abre al viento.

***

El poema que no digo,
el que no merezco, 
miedo de ser dos
camino del espejo
alguien en mí dormido
me come y me bebe.

***

Alguna vez,
alguna vez tal vez, 
me iré sin quedarme,
me iré como quien se va.


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